Factores de protección contra el suicidio
Septiembre es un mes en el que se visibiliza la Prevención del Suicidio. Respecto a este fenómeno, actualmente las cifras revelan una crisis creciente de salud mental, especialmente entre jóvenes y mujeres, con un aumento del 25% en intentos de suicidio. En Colombia, los datos son alarmantes. Según un informe del Instituto de Medicina Legal correspondiente al primer trimestre de 2024, se registraron 712 casos de suicidio, de los cuales 205 fueron cometidos por jóvenes entre los 18 y 28 años, y 186 por personas de entre 29 y 44 años.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la tasa de mortalidad por suicidio en América Latina ha ido aumentando, mientras que en todas las demás regiones y estados miembro de la OMS ha disminuido; destacando la urgente necesidad de hacer de la prevención del suicidio una prioridad en la región.
El lema del Día Mundial para la Prevención del Suicidio durante el período 2024-2026 es “Cambiar la narrativa”. Este enfoque tiene como objetivo transformar la manera en que la sociedad percibe el suicidio, pasando de una cultura de silencio a una de apertura, empatía y diálogo. Fomentando con ello una cultura de comprensión y apoyo.
La prevención del suicidio requiere un enfoque interdisciplinario que involucre a los sectores educativos, de atención en salud y de políticas públicas, entre muchos otros. Puesto que es un esfuerzo y responsabilidad colectiva que incluye la implementación de factores de protección que involucra a las personas, las familias y las comunidades.
¿Qué son los factores de protección contra el suicidio?
Son características personales o ambientales que reducen la probabilidad de suicidio. Estos factores actúan como un amortiguador contra los factores de riesgo y pueden mejorarse mediante intervenciones específicas, que desempeñan un papel fundamental en las estrategias integrales de prevención del suicidio.
Conexiones sociales positivas
Incluyen vínculos familiares sólidos, amistades confiables y relaciones de apoyo con mentores o miembros de la comunidad. Las personas que cultivan estos vínculos sociales positivos son menos propensas a experimentar aislamiento, un factor de riesgo sustancial para el suicidio.
Estas conexiones permiten un diálogo abierto sobre el bienestar emocional, creando así una dinámica relacional en la que se normaliza la búsqueda de ayuda para el sufrimiento mental. Además, estos vínculos sociales imparten un sentido de pertenencia y comunidad, y sirven como escudo protector contra los factores estresantes y las adversidades inevitables de la vida.
Acceso a la atención de salud mental
En un entorno en el que la atención de salud mental está fácilmente disponible, las personas tienen más probabilidades de buscar ayuda cuando tienen ideación suicida u otros problemas de salud mental.
Esta accesibilidad se extiende más allá de las intervenciones terapéuticas para abarcar medidas preventivas, como la detección temprana de problemas de salud mental, iniciativas educativas relacionadas con la salud mental y apoyo específico para personas en riesgo. También es imperativo reducir el estigma que rodea al tratamiento de la salud mental, ya que a menudo constituye un obstáculo formidable para la búsqueda de ayuda. Los profesionales de la salud, los educadores y los responsables de las políticas pueden contribuir significativamente a la prevención del suicidio mejorando la accesibilidad de los servicios de salud mental, defendiendo su importancia y fomentando un espíritu social que priorice y apoye el bienestar mental.
Habilidades eficaces para afrontar y resolver problemas
Las habilidades para afrontar situaciones difíciles abarcan un espectro de estrategias que contienen técnicas de gestión del estrés, actividad física y práctica de la atención plena, todas las cuales ayudan a las personas a gestionar eficazmente la angustia emocional y las exigencias de la vida diaria.
Estas habilidades dotan a las personas de la capacidad de identificar soluciones a los desafíos de la vida, reduciendo así los sentimientos de desesperanza, que suelen estar asociados a los pensamientos suicidas. En conjunto, estas habilidades buscan mejorar la resiliencia, un poderoso factor determinante para evitar emergencias de salud mental.
Entornos escolares, laborales y comunitarios seguros y de apoyo
Los entornos seguros promueven el bienestar mental y la resiliencia al fomentar sentimientos de pertenencia, aceptación y seguridad. Al establecer una atmósfera que aliente el discurso abierto sobre la salud mental y ofrezca recursos para quienes enfrentan angustia emocional, las organizaciones comunitarias, las escuelas y los lugares de trabajo se convierten en entornos acogedores y de apoyo para las personas.
Partiendo de esto, las instituciones pueden fomentar espacios enriquecedores a través de iniciativas como:
- Mantener políticas contra el acoso y la intimidación
- Promover programas e iniciativas que fomenten la inclusión y la diversidad.
- Establecer un ambiente abierto y sin prejuicios que fomente activamente las conversaciones en torno a la salud mental.
- Proporcionar recursos y apoyo de salud mental accesibles, incluido el acceso a consejeros y otros profesionales de la salud mental.
- Organizar programas de concientización sobre la salud mental, talleres y seminarios dedicados a la salud mental y la prevención del suicidio.
- Capacitar al personal, maestros o líderes comunitarios en prevención del suicidio, primeros auxilios en salud mental e identificación de personas en riesgo.
- Promover actividades y eventos que fomenten un sentido de comunidad y pertenencia.
Referencias
Fernández Moratilla, E. (2020). Prevención del suicidio en adolescentes: Un programa integral basado en sus factores de riesgo y de protección.
González-Sancho, R., & Picado Cortés, M. (2020). Revisión sistemática de literatura sobre suicidio: factores de riesgo y protectores en jóvenes latinoamericanos 1995-2017. Actualidades en psicología, 34(129), 47-69.
López, H. A. A. (2012). Factores de éxito en programas de prevención del suicidio. Revista Vanguardia Psicológica Clínica Teórica y Práctica, 3(2), 215-225.
Enith Daniela Villota Guevara
Psicóloga.