El amor romántico y los procesos psicológicos
Sócrates lo llamó eros y resaltó no solo sus virtudes, sino también sus vicios por saberse siempre carente y necesitado. Parménides dijo, “es el primer dios”. Y es que durante siglos fue el objeto de filósofos, poetas, músicos y artistas. Finalmente, Shakespeare sentenció al amor romántico como vapor de suspiros hasta el malestar y la más pesada carga.
A principios del siglo XX, Freud lo concibió como una sublimación de impulsos sexuales del Ello. El amor romántico seguía siendo considerado tema misterioso, casi tabú para la ciencia. No sería hasta los años 70 y 80 del siglo XX que tal experiencia tan ubicua como indescifrable tendría intentos de explicación empírica. Desde entonces, investigadores resaltaron la existencia independiente y particular del amor romántico, por separado de otras experiencias de amor, como la compasión y el cariño, el amor fraternal, el amor materno y paterno, el amor filial, el amor a la naturaleza, o incluso, el amor platónico. Decía Helen Fisher, nadie se suicida por no lograr un orgasmo, pero sí por no saberse amado de quien despierta todas sus pasiones e ilusiones.
Diversos estudios resaltaron entonces que el amor romántico es un motor motivacional y emocional, que altera por completo la psicología no solo humana, sino incluso de otras especies. La pasión por el otro se entendió, no se limita a solo el placer sexual, sino que es también desahogo emocional y de apegos; la obsesión por el objeto de amor no conoce saciedad ni conveniencia, como ya lo sabía Sócrates; y la intimidad cercana y cariñosa termina siendo si acaso el único remedio a una mente inundada por los vapores shakespereanos. Gracias a avances en la explicación de la especie que somos, una historia evolutiva mamífera y primate se convirtió en el telón de fondo de miles de millones de pequeñas historias entre amantes, esas que Jorge Luis Borges afirmó se llegan a vivir como la misma medida del tiempo.
Una psicología es claramente un caleidoscopio emocional cuando pensamos en lo universal y particular que al mismo tiempo resulta la experiencia del amor romántico. Vivida con mayor o menor intensidad por tantas personas, siempre resulta una prueba de como percibimos el mundo con una particular disposición emocional; Clyde Hendrick decía, los amantes usan gafas de colores. También, una prueba de cómo atendemos al mundo seleccionando lo que es de nuestro interés; decía la neurocientífica Helen Fisher, es un estado alterado de consciencia; y finalmente, una historia delicadamente elaborada con los artificios de la memoria y la identidad personales; sentenciaba Virginia Woolf, “es solo una ilusión. Una historia que uno construye en su mente sobre la otra persona. Y uno es consciente todo el tiempo de que no es verdad. Por supuesto que lo sabe, por eso tiene cuidado en no destruir la ilusión”.
Nodo de Procesos Psicológicos Básicos y del Comportamiento
Doctor Juan Francisco Muñoz Olano
Coordinador del Nodo de Procesos Básicos y del comportamiento
Fe de erratas: En esta publicación anteriormente y por error nuestro aparecio con la autoria de Andres Felipe lamentamos y presentamos disculpas