Detrás de las palabras y las acciones. La violencia simbólica en la vida cotidiana

En el mundo de las interacciones humanas, la violencia no siempre se manifiesta de forma física o tangible. Existen formas de agresión más sutiles, pero no por ello menos dañinas, que se esconden en el lenguaje, las actitudes y las estructuras sociales. A esta forma de violencia se le conoce como violencia simbólica.

 

 

¿Qué es la violencia simbólica?

Se define como toda aquella práctica que, a través de comportamientos y mensajes, transmite la idea de inferioridad o subordinación, contribuyendo a mantener o reproducir relaciones de desigualdad. La violencia simbólica se perpetúa así a través de la complicidad inconsciente de los oprimidos. Al construir estereotipos y representaciones sesgadas de género, raza, clase y otras categorías sociales, los medios contribuyen a la formación de una cultura dominante que margina a ciertos grupos y perpetúa los prejuicios.

El género es uno de los ámbitos más afectados por la violencia simbólica. La imposición de roles de género tradicionales, la cosificación de las mujeres en los medios de comunicación y la invisibilidad de las identidades no binarias son sólo algunos ejemplos de cómo la desigualdad de género se perpetúa a través de medios simbólicos.

Esta forma de violencia puede manifestarse de diversas maneras, incluyendo:

  • Lenguaje sexista: El uso de términos despectivos o degradantes hacia las mujeres, así como la naturalización de roles de género a través del lenguaje.
  • Estereotipos de género: La perpetuación de imágenes y creencias que limitan las posibilidades de las mujeres y las encasillan en roles tradicionales.
  • Violencia mediática: La representación de las mujeres como objetos sexuales o víctimas de violencia en los medios de comunicación.
  • Códigos de vestimenta: La imposición de normas de vestimenta que limitan la libertad de expresión de las mujeres y las cosifican.
  • Control social: El ejercicio de control sobre la vida y las decisiones de las mujeres, limitando su autonomía y libertad.

Los alcances de la violencia simbólica

Este tipo de violencia no solo tiene un impacto individual, sino que también contribuye a mantener y reproducir las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad de género. Esta forma de violencia genera baja autoestima e inseguridad; limita las oportunidades en diversos ámbitos de la vida; justifica la violencia física y sexual; crea un clima social que tolera y normaliza la discriminación.

Para erradicar la violencia simbólica, es necesario un cambio profundo en las estructuras sociales y culturales que la sustentan. Esto implica:

  1. Promover la educación para la igualdad de género.
  2. Cuestionar los estereotipos de género y desafiar los roles tradicionales.
  3. Sensibilizar a la sociedad sobre los efectos nocivos de la violencia simbólica.
  4. Implementar leyes y políticas que protejan a las mujeres de la discriminación.
  5. Fomentar una cultura de respeto y tolerancia hacia las mujeres.

La violencia simbólica no es invisible, es una realidad que afecta a millones de personas en todo el mundo. Ya que afecta diversas esferas de la sociedad, ejerciendo un impacto profundo en las percepciones, relaciones y oportunidades de diferentes grupos.

La comprensión de estas manifestaciones es el primer paso para combatir este tipo de violencia, esto requiere el esfuerzo colectivo de desafiar y transformar los estereotipos, prejuicios y representaciones culturales perjudiciales. Solo a través de la toma de conciencia y la acción comprometida podremos construir un mundo donde prevalezca el respeto, la igualdad y la dignidad para todos.

Referencias

Organización de las Naciones Unidas (ONU Mujeres). (2020). Violencia contra las mujeres: hechos y cifras.

Velasco, M. (2007). Sobre el concepto de “violencia de género”. Violencia simbólica, lenguaje, representación. Extravío. Revista electrónica de literatura comparada, (2), 132-145.

 

Enith Daniela Villota Guevara

Psicóloga

Prejuicios de género: Conociendo la misandria y misoginia

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia se define como una acción intencional que busca someter, manipular, coercer, intimidar, imponer o causar sufrimiento físico o psicológico a otro individuo. Esta acción puede ser ejercida por un individuo o por un grupo, y se manifiesta de diversas maneras, incluyendo el abuso físico, verbal, emocional y sexual.

 

La violencia puede ser motivada por diversos factores, como el odio, la ira, el miedo o el deseo de poder y trae consecuencias negativas para la víctima. Cuando hablamos de violencia en el terreno del género, aparecen dos de sus expresiones la misoginia y misandria, las cuales manifiestan un tipo de violencia dirigida de un género a otro. Es importante mencionar que, todo ser humano tiene la capacidad de agredir o debilidad de ser agredido, reconociendo así que, tanto hombres como mujeres pueden ser víctimas o agresores. Así pues, los prejuicios y estereotipos basados en el género han dejado una huella profunda en la historia y continúan impactando la sociedad en la actualidad. Hoy te invitamos a conocer dos conceptos clave que delimitan estas formas de discriminación:

¿Qué es la misandria?

Es el odio o aversión hacia los hombres,

una actitud que se manifiesta en prejuicios, estereotipos y comportamientos discriminatorios dirigidos hacia el género masculino. Esta forma de discriminación puede tener diversas raíces, incluyendo experiencias personales negativas con hombres, la internalización de roles de género nocivos, o la exposición a mensajes discriminatorios en contra de los hombres en la cultura popular o los medios de comunicación.

 

Es el odio o desprecio hacia las mujeres,

un fenómeno que ha sido documentado a lo largo de la historia y que continúa manifestándose en diversas formas, desde la violencia física y psicológica hasta la discriminación en el ámbito laboral, político y social. La misoginia se sustenta en la creencia de que las mujeres son inferiores a los hombres, lo que justifica la discriminación y la violencia en su contra.

 

Es crucial reconocer que la violencia y la discriminación no tienen género. Todas las personas, independientemente de su identidad de género, tienen derecho a vivir una vida libre de violencia y discriminación.

¿Cómo abordar estas expresiones de violencia?

La misandria y la misoginia, son formas de prejuicio y la discriminación que representan obstáculos significativos en el camino hacia la igualdad de género. Para erradicar estas actitudes nocivas, es necesario un enfoque multifacético que aborde las diferentes raíces que las sustentan:

Raíces psicológicas Raíces sociales Raíces culturales
Sesgos cognitivos

Como el sesgo de confirmación y el estereotipo, llevan a interpretar y recordar información de manera sesgada, reforzando las creencias preexistentes, incluso si estas son erróneas.

 

Amenazas percibidas

Estos prejuicios pueden surgir de la percepción de que un grupo representa una amenaza al status quo o a los privilegios del otro.

 

Experiencias personales

Las experiencias negativas con personas de un género específico pueden crear una generalización de manera indebida.

 

Normas de género

Las normas que definen roles y comportamientos esperados para hombres y mujeres pueden fomentar la discriminación y la violencia.

 

Desigualdad de poder

En diversos ámbitos, como la política, la economía y el hogar, perpetúa la discriminación.

 

Falta de representación

La subrepresentación de mujeres y hombres en roles de liderazgo y posiciones de poder refuerza estereotipos y limita las oportunidades para ambos géneros.

 

Estereotipos de género

Transmitidos de generación en generación a través de la cultura popular, los medios de comunicación y la educación, refuerzan la visión negativa y discriminatoria hacia hombres y mujeres.

 

Discurso de odio

Promueve la violencia y la discriminación contra hombres o mujeres contribuye a la normalización de estas actitudes nocivas.

 

Falta de educación

Sobre la igualdad de género, el respeto mutuo y la diversidad en las escuelas y comunidades limita la comprensión y la empatía entre hombres y mujeres.

 

 

A continuación, se presentan algunas estrategias clave para combatir estas formas de discriminación:

Educación y sensibilización

Implementar programas educativos que promuevan la igualdad de género, el respeto mutuo y la diversidad en todos los niveles educativos.

Desafío a los estereotipos

Desmantelar los estereotipos de género a través de campañas de sensibilización, medios de comunicación responsables y representaciones positivas de hombres y mujeres en diversos roles.

Leyes y políticas

Fortalecer las leyes y políticas que protegen a las víctimas de violencia y discriminación, independientemente de su género.

Apoyo a las víctimas

Brindar apoyo psicológico y social a las víctimas de misandria y misoginia, incluyendo servicios de atención especializada y refugios seguros.

Investigación y análisis

Promover investigaciones que analicen las raíces psicológicas, sociales y culturales de la misandria y la misoginia para desarrollar estrategias de intervención más efectivas.

Promoción de la diversidad

Fomentar la diversidad e inclusión en todos los ámbitos de la sociedad, creando espacios seguros y respetuosos para todos los géneros.

La lucha contra la misandria y la misoginia exige un compromiso colectivo y sostenido. Al abordar las raíces psicológicas, sociales y culturales de estos prejuicios, y poner en práctica las estrategias se puede construir una sociedad más equitativa e inclusiva donde todos los individuos, independientemente de su género, puedan vivir libres de discriminación y violencia.

Referencias

Clemente, M., Reig, A., & Fernández, M. (2015). Machismo y misandria: su estudio a través de los anuncios de televisión, Mundos emergentes: cambios, conflictos y expectativas, 13-21.

Gómez, J., & Arias, J. (2021). De la misoginia y la misandria. Ciencia y Academia, (2).

Enith Daniela Villota Guevara

Psicóloga

Construyendo Paz Enfocados en el respeto, la tolerancia y la armonía social

Colombia avanza en su camino hacia la paz y la reconciliación, en medio de un proceso restitutivo lleno de altibajos, que implican la revictimización, el dialogo, la aceptación de crímenes realizados y el planteamiento de perdón.

Esto conlleva un reto, como individuos, y es el plantearnos este proceso no solo a nivel macroestructural en el que se ven implicados los actores directos del conflicto bélico colombiano, sino que invita a la comunidad en generar a plantearse la construcción de la paz y restauración también en los entornos vitales como:

  • La familia
  • El colegio/universidad
  • El trabajo.

 

Es en estos microentornos donde se forja el tejido social y se pueden cultivar valores como el respeto, la empatía, la tolerancia y, sobre todo, el perdón.

La familia es el primer espacio en el que los individuos aprenden sobre relaciones, responsabilidades y valores. Por ello, la invitación es a promover el diálogo abierto, el respeto mutuo y la resolución pacífica de conflictos lo que puede contribuir a la formación de ciudadanos que valoran la paz y la convivencia armoniosa.

 

Por su parte, colegios y universidades se vuelven semilleros de cambio en los que tienen la responsabilidad de fomentar valores sociales fundamentales. La inclusión, el respeto a la diversidad y la educación en resolución de conflictos son componentes clave para formar estudiantes que se conviertan en agentes de paz.

 

Los entornos de trabajo

resultan ser una especie de caldo de cultivo para la paz y la restauración, puesto que, son el entorno principal de convivencia y construcción de objetivos. Promover un ambiente laboral basado en la equidad, la empatía y el respeto contribuye al bienestar de los empleados y fortalece la cohesión en la sociedad.

 

En el camino de construcción de paz, es importante contar con estrategias que promuevan el respeto y la tolerancia hacia la diversidad, a continuación, te planteamos algunas de ellas:

  • Fomentar el diálogo sincero y respetuoso en todos los entornos.
  • Implementar programas educativos que enseñen a las personas a resolver conflictos de manera pacífica y constructiva. Desarrollar habilidades para la comunicación asertiva, la negociación y la mediación para resolver conflictos de manera pacífica y constructiva.
  • Fomentar la empatía, la habilidad de ponerse en el lugar del otro, para comprender sus puntos de vista y experiencias.
  • Celebrar la diversidad en todas sus formas y promover la tolerancia hacia las diferencias culturales, étnicas y de género. Generando un diálogo intercultural, para fomentar el intercambio de ideas, creencias y experiencias entre personas de diferentes culturas para promover la comprensión y el respeto mutuo.
  • Enseñar sobre el poder sanador del perdón y la importancia de liberarse del rencor y la venganza, mediante la implementación de programas educativos que promuevan valores como el respeto, la tolerancia, la no violencia y la resolución pacífica de conflictos.

Intervención en crisis: Brindar apoyo psicológico a las personas afectadas por la violencia y los conflictos para ayudarles a superar el trauma y reconstruir sus vidas.

 

La paz y restauración no son solo palabras, son acciones que pueden realizarse en los lugares donde pasamos la mayor parte de nuestras vidas. El compromiso de todos es esencial para transformar el entramado social colombiano en espacios donde prevalezcan el respeto, la empatía y la tolerancia. Recordemos que el perdón es una poderosa herramienta para sanar heridas y avanzar hacia un futuro de reconciliación y prosperidad.

 

Referencias

Hernández Delgado, E. (2016). Negociaciones de paz en Colombia: una mirada en perspectiva de construcción de paz. Papel Político, 21(1), 35-56.

Hernández-Holguín, D. M. (2020). Perspectivas conceptuales en salud mental y sus implicaciones en el contexto de construcción de paz en Colombia. Ciência & Saúde Coletiva, 25, 929-942.

 

Enith Daniela Villota Guevara

Psicóloga