La desaparición forzada es un fenómeno propio de la violencia que produce efectos negativos de largo plazo en las víctimas directas y sus familias. Según la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OHCHR, s.f.), se considera desaparición forzada toda forma de arresto, detención, secuestro o cualquier otra modalidad de privación de libertad perpetrada por agentes del Estado o por personas o grupos que actúan con su autorización, apoyo o aquiescencia. Este acto va seguido de la negativa a reconocer la detención o a revelar la suerte o paradero de la persona, colocándola fuera de la protección legal (OHCHR, s.f.).
Este crimen se caracteriza por tres elementos acumulativos: la privación de libertad contra la voluntad de la persona, la participación de agentes gubernamentales y la negativa de las autoridades a reconocer el acto o a proporcionar información sobre la víctima.
Efectos psicosociales de la desaparición forzada
La desaparición forzada tiene un impacto paralizante tanto en la víctima, que puede sufrir tortura o amenazas constantes de muerte, como en sus familiares, quienes viven en un ciclo interminable de incertidumbre, esperanza y desesperación (OHCHR, s.f.).
Esta forma de violencia se ha utilizado como estrategia para sembrar el miedo, afectando no solo a las familias directamente involucradas, sino también a comunidades enteras. El Centro Nacional de Memoria Histórica (2014) destaca que este tipo de daño ocurre en contextos de violencia sociopolítica, en los que el Estado, en lugar de proteger, violenta a la población, generando efectos devastadores a nivel individual, familiar y colectivo.
Dimensión política y socio-histórica del daño
Comprender los impactos psicosociales desde una dimensión política e histórica permite evitar la patologización de las reacciones humanas. Reconocer este contexto conlleva visibilizar la responsabilidad del Estado y evitar la privatización del daño. El olvido y la impunidad perpetúan la revictimización de las familias y niegan la historia vivida (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2014).
Impactos psicosociales según el ámbito afectado
- Ámbito individual
- Dolor y angustia por la incertidumbre del paradero.
- Duelo alterado con sentimientos de culpa.
- Ruptura de proyectos de vida.
- Miedo, desconfianza y sentimiento de aislamiento.
- Cuestionamientos existenciales e identidad fragmentada.
- Ámbito familiar
- Fragmentación familiar.
- Reasignación de roles.
- Duelo interrumpido sin posibilidad de realizar rituales.
- Transmisión generacional del daño.
- Deterioro de la salud emocional y económica.
- Ámbito comunitario
- Fragmentación del tejido social.
- Ruptura de la cotidianidad y de proyectos colectivos.
- Revictimización por parte del entorno social e institucional.
- Pérdida de estatus y condiciones económicas precarias.
Revictimización y estigmatización
Los familiares sufren estigmatización y señalamientos, pues sus seres queridos son tildados como sospechosos o culpables por su desaparición. Esta narrativa, legitimada por victimarios y medios, refuerza el sufrimiento psicológico y legitima el silencio social (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2014).
Duelo no resuelto y trauma continuo
La desaparición forzada genera un “espacio liminal” entre la vida y la muerte, lo que impide la resolución del duelo. Según Robins (2010) y Boss (2016), este duelo es complejo y persistente, ya que la ausencia de información y rituales imposibilita el cierre emocional. El trauma, a diferencia del estrés postraumático convencional, no se ancla en un evento pasado, sino que permanece en el presente (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Boss, 2016).
Limitaciones clínicas y enfoque inadecuado
Los enfoques clínicos tradicionales han fracasado en atender adecuadamente este tipo de sufrimiento, al centrarse en síntomas individuales y despolitizar la experiencia. No existe consenso sobre el diagnóstico idóneo para los familiares de personas desaparecidas (APA, 2013; Heeke & Knaevelsrud, 2015; Hollander, 2016; Robins, 2016). La literatura clínica es aún limitada sobre cómo manejar estas pérdidas abiertas y no finitas (Wayland et al., 2015).
Conclusiones
La desaparición forzada es un crimen que restringe la vida de las víctimas directas y genera profundas repercusiones en la salud mental de las víctimas indirectas. La experiencia de ser familiar de una persona desaparecida es única y no puede abordarse desde los enfoques clínicos hegemónicos que patologizan la experiencia y omiten su dimensión política y social (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Almanza, Gómez & Hernández-Brussolo, 2019).
La revictimización, el estigma, la impunidad y la negación del daño impiden procesos de reparación y sanación. Es necesario un enfoque integral que reconozca la responsabilidad estatal, el papel de la memoria histórica y la necesidad de justicia, reparación y verdad como base para el restablecimiento del tejido social.
Referencias
- Almanza, A., Gómez, J., & Hernández-Brussolo, A. (2019). American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5).
- Beristain, C., & Dona, G. (1999). Boss, P. (2016). Centro Nacional de Memoria Histórica. (2014).
- Comité Internacional de la Cruz Roja. (2014).
- Heeke, C., & Knaevelsrud, C. (2015).
- Hollander, M. (2016). OHCHR. (s.f.).
- Robins, S. (2010, 2016).
- Wayland, S., et al. (2015)
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